Calderón

"No hay palabra sin misterio
ni afecto sin agonía".
— Calderón, El primer refugio del hombre

Reaccionario, conformista y ortodoxo o libertino, subversivo y escéptico… poeta de la Inquisición o dramaturgo ateo…

Así se ha visto a Calderón según los gustos de sus intérpretes a lo largo de cuatro siglos.
Descubre a Calderón.

 

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA (1600-1681)

Su vida

La vida de Pedro Calderón de la Barca transcurrió en un siglo de radicales cambios, reflejados en la revolución científica, el pensamiento filosófico, las doctrinas políticas, las instituciones, las costumbres y las artes y las letras. El dramaturgo, testigo del apogeo del poder español y de su declive, sirvió como soldado de caballería, y escribió dramas que revelan un conocimiento de primera mano de la guerra y la milicia, entre ellas las que tratan de las grandes victorias de las armas españolas.

Calderón, heredero del nuevo arte dramático forjado por dos brillantes generaciones de dramaturgos y autor de gran éxito y extendida fama ―que causó fervor en todos los públicos, desde el populachero hasta el aristocrático― fue agraciado por inmejorables condiciones para ejercitar sin trabas su genio. Además del patronazgo del monarca, de la Iglesia y del Ayuntamiento madrileño, le fueron accesibles diversos espacios teatrales: el teatro de palacio, el de los corrales y el de la plaza pública de los autos sacramentales, conjunto único en Europa. Discípulo de los jesuitas y estudiante en Salamanca, Calderón adquirió una cultura enciclopédica, reflejada en su ingente obra, abierta a todo tipo de cuestiones políticas, sociales, filosóficas, teológicas y morales.

El poeta dramaturgo ―ordenado sacerdote a los cincuenta años y reconocido por una inmensa capacidad de reflexión― fue un empedernido taurino y vivió de joven una vida galante que abundó en incidentes que revelan un carácter atrevido, irreverente, brioso y enquijotado, tan presto a desenvolverse con la pluma como con la espada.

En el mundo de sus comedias se entrecruzan el relampagueo de las espadas y el de los conceptos, la ira desatada y la agudeza. La vida familiar del dramaturgo se hace sentir en un gran número de obras, protagonizadas por el carácter autoritario del progenitor y la rebeldía del hijo, problemática enlazada con la representación de conflictos que hospedan cuestiones políticas y teológicas.

 

Su obra

Calderón sometió a reflexión e implacable crítica los impulsos fundamentales de la naciente Modernidad, que él mismo vivió en la carne. Poesía, dramaturgia y pensamiento se ayuntan en una obra en la que conspiran milagrosamente en “concepto imaginado” y el “práctico concepto”: el acto de la escritura y su puesta en escena.

Reaccionario, conformista y ortodoxo, o libertino, subversivo y escéptico, poeta de la Inquisición o dramaturgo ateo, según los gustos de sus intérpretes a lo largo de cuatro siglos, Calderón se preocupó de representar y dilucidar la problemática del mal y de la libertad, y del insaciable y demoníaco apetito de certidumbre que subsume la voluntad racional de la nueva época. A la vez es el gran dramaturgo del catolicismo; poeta de la fe y del misterio de la eucaristía, de la santidad y del martirio.

La variedad de los géneros dramáticos que cultivó le permitió explorar desde distintas perspectivas el destino profano y terrenal de los personajes ―ya en clave cómica o trágica― y el hado que obedece a un diseño de la Providencia. Calderón es el gran cronista dramático del proceso del nihilismo que caracteriza la época moderna y en el que todavía estamos.

 

— Antonio Regalado (1932-2012)
Catedrático de la Universidad de Nueva York
Autor de Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro